Homenaje
Escuela de Comunicación Social Univalle
50 años de la Escuela de Comunicación Social de la Universidad del Valle
El Festival Internacional de Cine de Cali hace este homenaje a la Escuela de Comunicación Social de la Universidad del Valle en sus 50 años, pues ha sido el lugar de formación fundamental para una comunidad que, desde Cali y el Valle del Cauca, ha propuesto una manera singular de hacer cine, de entender el audiovisual y de transformar la ciudadanía a través de la integración de la investigación, la creación y la educación.
La Escuela de Comunicación de la Universidad del Valle tiene sus orígenes en los años 70, cuando la ciudad vive una enorme transformación, y con espíritu cosmopolita busca abrirse a la relación con el continente y el mundo. En su nueva sede en el sur de la ciudad, la Universidad crece como una ciudad dentro de la ciudad, potenciando los programas existentes, creando nuevos y replanteando su estructura. Al reconocer que la Comunicación en la segunda mitad del siglo XX se constituía como un eje fundamental de la sociedad, la rectoría de Álvaro Escobar Navia convocó el diseño de una Escuela de Comunicación Social renovadora y capaz de afrontar los retos de los tiempos.
La Facultad de Humanidades, encabezada por Carlos Restrepo, comisionó al filósofo español residenciado en Colombia, Jesús Martín-Barbero, la concepción del nuevo programa. Su propuesta revolucionaria de asumir la comunicación como una ciencia social, y a la vez como parte de las humanidades y las artes, encontró un eco en sus colegas de la Facultad, quienes junto con las directivas defendieron una propuesta de gran originalidad y riesgo ante quienes pretendían que, al igual que en otras universidades, se dedicara exclusivamente al periodismo. Se trató de una apuesta única de estudiar la comunicación para pensar la sociedad y, a la vez, estar en diálogo con ella a través de los múltiples medios. La comprensión de lo popular de Martín-Barbero, y la importancia que le daba a su relación con los medios y mediaciones, marcaría una escuela en profunda relación con la ciudad y la región.
Receptivo al contexto en que surgía la Escuela, Martín-Barbero diseñó en 1975 el programa en conversación continua con sus colegas de la Universidad, como el historiador Germán Colmenares y el filósofo Rodrigo Romero. Al mismo tiempo, fue muy sensible a lo que estaba sucediendo en la ciudad, en particular desde la música, la radio, las artes y el teatro, y muy especialmente el cine, que vivía un gran momento con el Cineclub de Cali. Martín-Barbero convocó entonces a Andrés Caicedo y a Luis Ospina a pensar la enseñanza del cine en la Universidad. Si bien la temprana muerte del escritor y la naturaleza independiente del cineasta impidieron que se integraran al programa, su impronta marcaría la carrera. Un compañero del Cineclub, el historiador Ramiro Arbeláez, sería quien después se encargaría en la Escuela de la formación en la comprensión cinematográfica de estas generaciones. Y sería un asistente asiduo del Cineclub, Óscar Campo, quien encontraría en la carrera el espacio para estudiar cine, primero, y luego como docente encarrilaría a cientos de estudiantes en la creación de películas.
El programa lideró a nivel continental el pensamiento de la comunicación y la cultura, y con colegas de todos los países latinoamericanos, como Néstor García Canclini (Argentina), Rossana Reguillo (México), Nora Mazzioti (México), Rosa María Alfaro (Perú), José Joaquín Brunner (Chile), Teresa Quiroz (Perú), Beatriz Sarlo (Argentina), Anamaría Fadul (Brasil) y José Marques (Brasil), constituirán una red muy fuerte de trabajo conjunto para pensar la sociedad desde nuestras maneras de comunicarnos. Profesores de la Escuela como Alejandro Ulloa, José Lheap, Maritza López, Sergio Ramírez, Hernán Toro, Sonia Muñoz, María Victoria Polanco, Julián González, Jorge Caicedo y Griselda Gómez, han desarrollado a través de los años una forma muy original de investigación y creación que ha roto todas las fronteras entre las disciplinas y ha dejado en sus alumnos un espíritu crítico y reflexivo.
En Cali, en los ochenta, la Escuela colaboraría con una generación que comenzaba a hacer cine. Egresadas de la carrera, como Berta Albán y Alina Lheap, participarían en la producción de películas como Carne de tu carne y La mansión de Araucaima, de Carlos Mayolo, y señalarían el rol fundamental de la producción en lo audiovisual. El programa de Comunicación Social jugaría también un rol central en la configuración del nuevo canal regional Telepacífico, que iniciaba en 1988, con sus profesores dando línea conceptual y sus egresados entrando a liderar la producción. El docente Fernando Calero fue director del canal y la estudiante y profesora Margarita Londoño colaboró también en su creación. Desde el canal, la Escuela desarrollaría uno de sus proyectos más importantes: la serie Rostros y rastros, en la que se evidencian los modos en que desde la Universidad se conjugan la investigación, la creación y el diálogo con la sociedad. “El programa documental más premiado de la televisión colombiana”, con sus 348 capítulos, constituye un retrato precioso de Cali y de la región, y una apuesta única por escuchar múltiples voces y visibilizar las culturas que nos constituyen. El énfasis de Martín-Barbero en lo popular se tradujo en un proyecto que se fijó en aspectos de la ciudadanía poco visibilizados hasta entonces, y, a su vez, hizo posible que unos programas de gran calado estético e investigativo le llegaran a la gente, que esperaba en su casa cada capítulo.
Este programa hizo posible integrar a Luis Ospina a la carrera, haciendo posible un semillero para los estudiantes y graduados en la Escuela en la realización de los capítulos que dirigió. Su película Ojo vista, peligra la vida del artista marcó muchas claves estéticas que luego se desarrollarían. En tiempos en los que el cierre de Focine (la institución pública de fomento al cine en Colombia) hacía imposible grabar en película, el video se convirtió en la herramienta para hacer cine. Rostros y rastros fue un laboratorio de experimentación, donde se aprendía haciendo, se creó un lenguaje audiovisual nuevo y una forma muy original de ver y representar la ciudad. Allí, en la práctica, se configuró el cuerpo docente del Taller de Audiovisual de la Escuela: Óscar Campo como profesor de guion, Antonio Dorado de montaje, Luis Hernández de fotografía, César Salazar y Hernando Tejada de sonido, y Ramiro Arbeláez de análisis audiovisual. Todos ellos colaboraron en decenas de capítulos, y algunos como Un ángel subterráneo de Campo o El diario de la plaza de Dorado, son ya clásicos del audiovisual colombiano.
Estudiantes como Carlos Moreno, Jorge Navas, Mónica Bravo, Viviam Unás, Mauricio Vergara, Carlos Rodríguez, David Bohórquez, Juan Manuel Acuña y Paula Trujillo, hicieron sus primeros audiovisuales en Rostros y rastros, y egresadas como Diana Vargas estuvieron a cargo de la producción. Profesores como Jorge Caicedo y Alejandro Ulloa llevaron al audiovisual sus investigaciones, compartiendo con la audiencia su conocimiento de fenómenos constitutivos de la ciudad, como la salsa y las relaciones de barrio. Colaboraron también con artistas como Fernell Franco, Óscar Muñoz y Ever Astudillo para realizar una serie de programas icónicos sobre el arte de la ciudad.
Tristemente, las múltiples crisis de la región en el cambio de milenio impidieron que se continuara el programa, pero la semilla estaba sembrada. Y las nuevas generaciones encontraron impulso con la realización de la película El rey del profesor Antonio Dorado, producida por Alina Lheap. Después de más de 15 años de no hacer largometrajes, esta película sobre las relaciones del narcotráfico con la ciudad encontraría gran eco en el público y sería espacio de formación para una nueva camada de cineastas. En el nuevo ambiente creado por la Ley del cine, Óscar Campo pudo realizar Yo soy otro y egresados como Jorge Navas y Carlos Moreno, quienes incorporaron en la escuela el ritmo de los video-clips a sus producciones, realizaron sus óperas primas: La sangre y la lluvia y Perro come perro. Estas películas pondrán en la pantalla una comprensión profunda de nuestras ciudades y todas las tensiones y violencias que las constituyen. Navas y Moreno han realizado posteriormente más películas y series de gran reconocimiento, y Óscar Campo continuó su labor como documentalista, realizando ensayos que revisan críticamente las imágenes del conflicto colombiano como Noticias de guerra en Colombia y Cuerpos frágiles.
Los estudiantes del nuevo milenio participaron en estas películas y se formaron al interior de un programa consolidado en el aprendizaje audiovisual. Al mismo tiempo, a todo aquel bagaje teórico, conceptual y de trabajo social desarrollado por años en la Escuela, se sumaría la nueva posibilidad de ver el mejor cine del mundo en el Cineclub Caligari de Lugar a Dudas, donde arte y cine alimentaron a los jóvenes cinéfilos univallunos. Toda esta mezcla dio fruto en películas como El vuelco del Cangrejo y Los hongos de Óscar Ruiz Navia, La Sirga de William Vega, Siembra de Angela Osorio y Santiago Lozano, y Atentamente de Camila Rodríguez. Su participación y premios en los festivales más importantes: Berlín, La Habana, Lima, Toronto, Marsella, Locarno, Toulouse, Buenos Aires, entre otros, encontraría el más alto reconocimiento con la Cámara de Oro de Cannes que ganó César Acevedo con La tierra y la sombra, un proyecto cuyo guion comenzó siendo su tesis de grado en la Escuela. Todos ellos continuaron una brillante carrera cinematográfica con más películas y series.
En esta serie de películas del nuevo milenio se configuraron equipos de trabajo, que con el tiempo marcarían la cinematografía nacional, con estudiantes y egresadas como Paola Pérez y Gerylee Polanco Uribe en la producción; Marcela Gómez en la dirección de arte; Claudia Pedraza, quien pasaría de la asistencia de dirección en grandes producciones nacionales a dirigir series internacionales; Sofia Oggioni, Juan David Velásquez y Mateo Pérez en la dirección de fotografía; Carolina Navas en la foto fija; Mauricio Vergara, Andrés Porras, Paul Donneys y Rodrigo Ramos en el montaje. Todos se destacan en múltiples producciones nacionales e internacionales.
Pero no han sido sólo los largometrajes de ficción, pues en cortometrajes y documentales la Escuela se siguió destacando con películas que investigan y hacen visibles capas de la sociedad que no suelen ser reconocidas y que recorrieron múltiples festivales dentro y fuera del país, como Corte americano de Jahiber Muñoz, Andrea Arboleda y Luis Hernández; Sin decir nada de Diana Montenegro; Migración de Marcela Gómez; Eckwe quiere decir colibrí de Mónica María Mondragón; Alén de Natalia Imery; Toñita de Laura Puerta; y Bajamar de Yaisa Rodríguez. La experimentación audiovisual y la conexión con las artes sería desarrollada por egresados como Mauricio Prieto, Camila Rodríguez, Hernán Barón, Ernesto Salmerón y Daniela Torres. Y, al interior de la escuela, las conexiones con los nuevos medios (interactividad, VR, internet) se desarrollarían en el Hiperlab, liderado por el docente Cristian Lizarralde, iniciativas que se han puesto en conexión con los públicos gracias al festival MASS, que se crea en la Facultad de Artes Integradas en 2023.
Rodrigo Vidal, como estudiante de la Escuela lideró el Cine-U-Club y en el cambio de milenio dirigió la Cinemateca de la Universidad, que reunía todas las semanas cerca de 600 estudiantes para ver lo mejor de cine nacional e internacional. Con la digitalización del cine y el cambio de la cinefilia, la Cinemateca redujo su tamaño y comenzó un periodo itinerante en distintos espacios, buscando crear diálogos con distintas comunidades universitarias. Ha sido dirigida por las egresadas Luisa González y Sandra Escobar.
Al mismo tiempo, la Escuela ha sido un laboratorio de procesos que llevó a las comunidades las herramientas para que fueran ellas mismas quienes construyeran sus narraciones audiovisuales. Procesos como el de Mejoda, Colectivo de Medios Alternativos de Jóvenes del Distrito de Aguablanca, liderado por el egresado Víctor Palacios, ha sido modelo para muchos otros. Esto en paralelo con distintos proyectos de trabajo en los territorios, de educación popular, y muy especialmente con la radio, con iniciativas como Oír más con jóvenes y Noís radio, un colectivo que surge en la escuela y crece para desarrollar múltiples potencialidades de la radio. Esa conexión con la radio y la experimentación sonora se hace visible también en muchas producciones audiovisuales.
Y la investigación misma sobre cine ha hecho posible, por ejemplo, que el Festival Internacional de Cine de Cali sea uno de los pocos con un seminario de investigación, donde han tenido un lugar crucial investigadoras graduadas de la Escuela como María Luna, Amanda Rueda y María Fernanda Arias, quienes se destacan internacionalmente en sus trabajos sobre el cine y sus públicos.
La relación de la escuela con el cine se ha profesionalizado con el desarrollo del Diplomado en Documental, liderado por Diana Kuéllar, y posteriormente con la Maestría en Culturas Audiovisuales, a la cabeza de Óscar Campo, para la cual a los docentes locales se han sumado los mejores profesionales internacionales como Marta Andreu, Charles Burnett y Jorge La Ferla, para potenciar los proyectos de realizadores colombianos. Muchos de ellos han sido invitados compartidos con el Festival Internacional de Cine de Cali, que ha hecho equipo desde sus comienzos con la Escuela de Comunicación de la Universidad del Valle para visibilizar la creación, entrar en diálogo con la región, el país y el mundo y dar impulso a los nuevos talentos.
Por todo esto, es un honor para nosotros hacer este homenaje a una Escuela de Comunicación que ha hecho honor a su nombre en su sentido más profundo, enseñándonos a comunicarnos, y a trabajar juntos por abrir espacios a la riqueza de voces, cuerpos y miradas que nos configuran.