En un momento de la película, una de las protagonistas dice: “tienes que creer en la ilusión, si no te volverías loca”. Payal Kapadia usa todo el poder del lenguaje del cine para hacernos ver cómo la vida está hecha de esa compleja mezcla de ilusión y realidad. Y lo hace creando un brillante retrato de Bombay —donde el movimiento por la ciudad, en metro, por las calles, ocupa un lugar central— a través de las vidas de tres mujeres que trabajan juntas en un hospital. La dureza y la crueldad del sistema pueden ser abrumadoras, y la película lo evidencia a través de las múltiples pruebas que deben pasar a diario. Frente a todo eso, la solidaridad, el coraje, la importancia del deseo, son manifestadas a través de gestos mínimos y alegorías muy finas. 

Alejandro Martín